lunes, 30 de julio de 2012

Asesinato de Osuna: Villa Moreno no para de sangrar
Foto: Indymedia Rosario
En la esquina de Balcarce y Biedma, a pocas cuadras donde hace menos de siete meses fueron acribillados a balazos tres militantes del Movimiento 26 de Junio, fue asesinado Facundo Osuna. El joven de 18 años, ligado a una de las dos bandas que competían por la venta de drogas en el barrio, fue quien aportó uno de los testimonios claves que permitieron ligar una serie de ataques que tuvieron su corolario en la masacre de Villa Moreno. Mientras desde la comisaría 15ª alimentan las hipótesis del móvil “pasional” o una discusión por diferencias futboleras, desde el Movimiento 26 de Junio enmarcan este nuevo episodio en “la trama de complicidades que anudan a sectores del narcotráfico con las fuerzas policiales que patrocinan dicho negociado”. Por su parte, el padre de una de las víctimas del triple crimen afirmó que "alguien quiso callar a este joven". Imagen: Agostina del FPDS Rosario.


El relato policial sostiene que alrededor de las 22.30 horas, “Lucho”, un joven de 26 años, conducía un Renault Megane blanco cuando se cruzó a Facundo Osuna, quien viajaba en moto con un amigo. Luego de una discusión entre ellos, el conductor del automóvil mató de cuatro disparos a Osuna: uno de ellos impactó en el tórax, dos en el antebrazo derecho y otro en el costado derecho de su cadera. 

Según declaró en Tribunales el acompañante de Osuna, tal discusión nunca existió. El Megane los siguió –por Biedma- desde Oroño hasta Balcarce. Allí frenó en medio de la calle y la moto continuó unos metros. “Vamos a ver qué pasa”, dijo uno de los pibes, y regresaron. El amigo de Facundo –según contó ante la jueza María Laura Sabatier- reconoció a las dos personas que estaban en el auto y fue a saludarlas. Ahí fue cuando Lucho bajó la ventanilla, sacó el arma y disparó. 

En un primer momento, la hipótesis difundida por personal de la comisaría 15ª fue la del móvil pasional. Según esta versión –rechazada por la familia y los amigos de la víctima-, Osuna habría mantenido relaciones con la novia del presunto asesino. Pese a ello, los investigadores no lograron dar con la chica. Por la tarde, cobró fuerza la posibilidad de que la discusión hubiera girado en torno a diferencias futboleras.

Desde el Movimiento 26 de Junio, del que formaban parte Jeremías Trasante, Claudio Suárez y Adrián Rodríguez, los tres jóvenes asesinados el 1º de enero en el club Oroño, rápidamente salieron al cruce de estas versiones. “Nos enfrentamos a otra muerte joven cuya raíz profunda podemos ubicar en la matriz unívoca de las múltiples disputas que desencadenan los negociados delictivos en el entorno territorial”, sostiene un tramo del comunicado difundido por la agrupación.

En el texto, además, se incluyen críticas a la política de seguridad del gobierno, cuya “perplejidad e inoperancia” impiden “afrontar una problemática estructural que en lo que va del año tuvo como saldo 90 muertes que responden mayoritariamente a una matriz común. Otro asesinato en las periferias de la ciudad evidencia la incapacidad reinante para desbaratar la trama de complicidades que anudan a sectores del narcotráfico con las fuerzas policiales que patrocinan dicho negociado”. Eduardo Trasante, padre de Jeremías, vinculó directamente este nuevo episodio con la causa en la que se investiga la muerte de su hijo y sus compañeros. "Alguien quiso callar a este joven", consideró. Y agregó: "Hay una suerte de venganza y de gente que quiere silenciar forzosamente a otros".

***

En sus 18 años, Facundo Osuna supo ganarse unos cuántos enemigos. Hacía poco menos de un mes había vuelto a caminar –aún lo hacía con dificultad- a raíz de una serie de balazos recibidos en sus piernas el 29 de diciembre último. Frente a la jueza que lleva adelante la causa, la víctima individualizó como responsable del ataque a Maximiliano Rodríguez, hijo de El Quemado y miembro de la banda que éste lideraba. Aparentemente, ese testimonio habría sido obtenido entre amenazas y llantos de la víctima, que no ocultó su miedo por las consecuencias que este podría generarle a él y a su familia. La Justicia garantizó la protección a todos ellos. Aquella noche, Facundo había vuelto de una “joda en lo de una amiga”. Eran cerca de las cinco de la mañana. Entro a su casa a buscar un cigarrillo –para un amigo; él no fumaba- y salió. En ese momento, su madre escuchó una ráfaga intensa de disparos que provenían del pasillo de ingreso a su casa, en Dorrego al 4000, y pensó que eran petardos.

Luego del ataque, la familia de la víctima se encargó de juntar minuciosamente las vainas servidas y las balas que quedaron en el lugar y se las entregaron, en una bolsa, al comisario de la 15ª, Abel Santana, quien –con mucha menos minuciosidad – se encargó de desaparecerlas. Este episodio fue la mecha que encendió una sangrienta serie de venganzas que desembocaron en el brutal asesinato de Patom, Jere y Mono, los tres militantes del Frente Popular Darío Santillán en la madrugada del 1º de enero frente a la canchita del club Oroño. 

***

El día que lo mataron, Facundo Osuna se despertó contento. Estaba por iniciar el tratamiento de rehabilitación que le permitiría algún día volver a caminar con normalidad luego de casi siete meses de convalecencia, transcurrido entre la sala de internación del Hospital Clemente Álvarez (Heca), el encierro de su casa y los Tribunales provinciales. Además, ese era su primer día de laburo en una cadetería.

“Mami, hoy vos y yo vamos a tener un propósito”, recuerda Claudia Báez que le dijo su hijo antes de partir esa mañana. Según cuentan sus hermanas, desde hacía dos meses, Facu iba los domingos a la Iglesia y leía la biblia. Había sido la abuela, una ferviente evangelista, quien acercó a su nieto a la fe religiosa . “¿Cuál era el propósito que me dijo mi hijo, que hoy yo lo iba a tener que estar velando?”, dirá más tarde la mujer, mientras el cuerpo de Facundo, con cuatro balazos en el cuerpo, yace en un cajón en el living de su casa.

Al regresar del Heca, cerca del mediodía, Facundo tomó unos mates con la mamá y se fue a trabajar. Por la noche, mientras ella cocinaba, él salió a cobrar una plata que le debían. Luego del ataque, el joven se involucró en la venta de indumentaria y de cd’s. Para ello, contaba con la autorización del comisario de la zona. “Volvía enseguida. Íbamos a cenar temprano, porque él al día siguiente entraba a trabajar a las 8”, dice Claudia. Sin embargo, Fede nunca volvió. La muerte de Osuna, más allá de las versiones policiales de un posible “problema de polleras” o una pelea futbolera, se enmarca en una compleja trama de disputas territoriales por la comercialización de drogas, tráfico de armas y complicidades policiales que se cobraron la vida de cientos de jóvenes en los últimos años en los barrios más violentos de la ciudad.

No está claro por qué demoró dos horas dando vueltas en el barrio y mucho menos las causas que llevaron al asesino a cometer el crimen. La mayoría ni siquiera se lo pregunta. Lo único claro es que desde diciembre, el barrio ha quedado envuelto en una batalla sangrienta que parece no tener fin. Una batalla que involucra a narcos, policías y jueces y que elige sus víctimas entre pibes de 15 y 25 años.

http://argentina.indymedia.org/news/2012/07/818142.php

No hay comentarios :

Publicar un comentario